viernes, 14 de agosto de 2009

Recuerdos de Federico Naranjo

Querida Lucia:
Nada más justo que perpetuar la memoria de la inolvidable Helena con esa colección estupenda de testimonios y fotos tan evocadoras.Te felicito, lo mismo que a Patsy por esta excelente idea. Todo lo dicho es tan exacto que me siento solidario con todos, pero el relato de Lina Herzig pinta a tu abuela tal cual como la recordamos: Festiva, alegre y graciosa como ninguna. Ese espíritu jovial, siempre amable y generoso, que se superaba ante las adversidades, fué siempre motivo de mi entrañable admiración. El amor que le profesé, heredado de mi madre, su compañera de juventud en Medellin y con quien compartió inolvidables años de intensa amistad, colmados de las mejores reminiscencias, que ambas disfrutaban al recordarlas, hizo que mis hermanos y yo siempre la consideraramos como la más cercana en nuestra familia espiritual. Ese mismo sentimiento lo heredaron mis hijos Jimena, Verónica y Pablo y desde luego Sylvia mi esposa que recuerdan su compañía y sus anécdotas con la más dulce nostalgia.
La proverbial hospitalidad que me brindó en su cálido hogar en Buenos Aires comprometió mi eterna gratitud.Los detalles inolvidables y delicados con los que siempre me sorprendió en esos dias imborrables me hicieron conocer su grandeza de alma.
No puedo olvidar tampoco su conversación amena, inteligente, sencilla y al mismo tiempo plena de las más finas observaciones, llenas de un humor fino y atrayente. Recuerdo muchas reuniones a las que me acompañó por razón de mi trabajo y de la maravillosa impresión que dejó siempre entre mis ocasionales amigos de esa época. Particularmente recuerdo lo que gozó en un delicioso almuerzo que me fué ofrecido por los suizos de Buenos Aires Catering en la que, a no dudarlo, se convirtió en el centro de la reunión, a tal punto que estos siempre me reiteraban su invitación, condicionada a que llevara a tu abuela. Lo mejor de todo fué cuando ella , sentada al lado del gerente general de esa empresa, al ver que el almuerzo llegaba a su fin y este suizo no se tomaba el excelente vino que sirvieron, no se aguantó la gana y le pidió con su gracia y picardía que se lo cediera para no desperdiciar esa delicia. Todos le celebramos su gesto con un brindis muy sincero y emocionado. Fué el mejor momento de esa grata reunion. Yo siempre la recordaré así.Nunca la olvidaré y por eso quiero que mi casa colombiana sea también la de ustedes.
Abrazos,
Federico

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